El primero de diciembre de 1640




 La unidad ibérica se rompe para siempre cuando los portugueses, tal vez erróneamente, siguen el camino de secesión de los catalanes. Castilla no les puede defender y prefieren ampararse en enemigos del reino ibérico central como Francia o la Inglaterra unida a Escocia de Carlos I, resentido con los españoles. 

El que fue el día de la fiesta nacional portuguesa no fue más que el aniversario de la pérdida definitiva de importancia del antes coloso luso en todo el mundo. Sin el apoyo de los castellanos llegarán una derrota tras otra a pesar de poder expulsar a los neerlandeses de Brasil.

Felipe II ya avisó de las terribles consecuencias de la ruptura de la unión personal entre ambos reinos ibéricos del Atlántico y así fue. Portugal no era más que una ruina económica para los castellanos y tal vez nunca se tomó en serio recuperarlo y cuando se quiso, ya no se pudo. 

Felipe IV tenía claro que primero era Cataluña pero que Portugal podría ser la base de entrada de nuestros enemigos al territorio patrio y no así ocurrió en la guerra de Sucesión, tras la muerte sin descendencia de Carlos I y el deseo de Luis XIV, hijo de Luis XIII y la vallisoletana Ana de Austria de unir en una misma persona los reinos de Francia y España, las mayores potencias de la época. El resto es historia. Viva Portugal y va España.

En el siglo XIX no pusimos nadie de nuestra parte para unir la Península de una vez por todas y ponernos a la altura de los grandes países de Europa.

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