El desierto de Simpson




 Un viaje en todoterreno por el desierto australiano de Simpson tiene que ser una experiencia única e irrepetible, aunque no está al alcance de casi ninguno de nosotros, por lo que habrá que quedarse en la ciudad a disfrutar de las fiestas o ir a Palencia a ver a Cristina Rosevynge o a saber, pero sin poder irse a Australia. 

El país oceánico no dejó entrar apenas a extranjeros y no tiene casi paro. Si se hubiera dejado entrar gente, seguramente millones de indonesios, indios, bengalíes y otros asiáticos les hubieran invadido. Lo cierto es que no es sencillo entrar en ese país, incluso para los turistas europeos. Hay quien hace las cosas bien y quien las hace de pena, como España, hundiéndose el precio de la mano de obra y aumentando la tasa de pobreza, mientras millones de extranjeros se aprovechan de nuestro Estado del bienestar, quedándose con muchos puestos de trabajo y con las ayudas sociales. El espectáculo de la calle de Ruiz Hernández se repite una y otra vez: los pobres americanos que van a recoger comida con el coche. Es lamentable ver a nacionales y comunitarios pidiendo y a los suramericanos llenando el coche con comida de nuestros impuestos. 

Eso se tiene que acabar o tendremos a gente de la extrema derecha en el Gobierno de la Nación. Hay que entrar a este país con contrato o marcharse. Unos nos hemos matado a trabajar para que otros vivan del cuento.

 Cuidado con el efecto llamada porque esto puede estallar en cualquier momento. No nos olvidemos de los tres millones de parados, que hace no mucho eran seis, además de los casi diez millones de pobres de nuestro país. Pir algo los suramericanos vienen al quinto país más pobre de Europa. Hasta pronto.

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