Ochenta años de los inútiles bombardeos atómicos
Japón iba a rendirse. Dos ciudades destruidas más no cambiaban demasiado el panorama, pero sí la llegada de los soviéticos a Sajalín, a Manchuria y probablemente, pronto al norte de Japón. Era preferible rendirse a Estados Unidos que a la Unión Soviética, pero Harry Truman tenía que pasar a la Historia como un asesino, al igual que Mac Kinley o Nixon y ordenó algo caro pero inútil, acercándose o incluso igualando a los bárbaros de la Edad Antigua. El monstruo que creó España consiguió lo que no logró Felipe II ni Gengis Khan, doblegar al Imperio de Japón, pero tal vez el Imperio que creó Iván IV el Terrible tuvo que ver bastante. Japón y los rusos ya habían chocado en el pasado.
Alemania pudo vencer pero el Führer no hizo caso a Werner von Braun y a otros. Se pudo haber creado una guerra civil en la Unión Soviética, destruido las bases de la RAF o no haber declarado la guerra a Estados Unidos tras el ataque japonés a Pearl Harbor, en las islas Hawái, territorio estadounidense del Pacífico. La única forma hubiera sido acabar con un enemigo tras otro y no con todos a la vez. Tuvimos suerte. Hasta pronto. Enola Gay, debiste haberte quedado en casa ayer. No puedo describir el sentimiento que tú dejas.
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