Iberismo de capa caída
Portugal no fue ajeno a las tendencias unificadoras que aparecieron en todos los reinos hispánicos a finales de la Edad Media y principios de la Edad Moderna pero por una sucesión de casualidades históricas no se sumaron al proceso porque la unión personal entre Castilla y Portugal nunca fue bien vista ni por castellanos ni por la mayor parte de los portugueses.
En tiempos de Felipe III y del duque de Lerma, el control militar sobre el vecino del oeste era férreo, lo que no se pudo mantener en tiempos de Felipe IV, que prefiere Cataluña y más tarde los Países Bajos del Sur antes que la ruina económica para Castilla y Aragón que eran los portugueses, todavía más incapaces de defender su imperio que nosotros. Ser protectorado inglés no es tampoco cosa agradable, siendo mucho peor amo Inglaterra que Castilla.
Tal vez Felipe IV debió haberse quedado con Evora y otras tierras fronterizas portuguesas y no querer llegar inútilmente a Lisboa.
Richelieu nos la jugó bien pero no importa, Felipe V tratará sin éxito conquistar Portugal, con el que habrá mejores relaciones en tiempos de Fernando VI y que obtendrá de España el reconocimiento de grandes extensiones territoriales en el siglo XVIII en Suramérica a cambio de la colonia de Sacramento.
Se les expulsará de Olivenza en el siglo XIX pero también ganaron territorios que hoy son de Brasil y no de Paraguay.
Prim, Unamuno y algunos portugueses como el escritor Saramago fueron iberistas, algo cada vez más extraño en ambos territorios y cuando se dibuja el mapa de España ya nadie se acuerda ya de Portugal.
Felipe II y Felipe IV tal vez debiesen haber llevado la Corte Real a Lisboa, como decía don Cristóbal de Moura.
No parece que el iberismo surja sino todo lo contrario pero no importa, España sigue su glorioso camino en solitario.
En tiempos de Felipe III y del duque de Lerma, el control militar sobre el vecino del oeste era férreo, lo que no se pudo mantener en tiempos de Felipe IV, que prefiere Cataluña y más tarde los Países Bajos del Sur antes que la ruina económica para Castilla y Aragón que eran los portugueses, todavía más incapaces de defender su imperio que nosotros. Ser protectorado inglés no es tampoco cosa agradable, siendo mucho peor amo Inglaterra que Castilla.
Tal vez Felipe IV debió haberse quedado con Evora y otras tierras fronterizas portuguesas y no querer llegar inútilmente a Lisboa.
Richelieu nos la jugó bien pero no importa, Felipe V tratará sin éxito conquistar Portugal, con el que habrá mejores relaciones en tiempos de Fernando VI y que obtendrá de España el reconocimiento de grandes extensiones territoriales en el siglo XVIII en Suramérica a cambio de la colonia de Sacramento.
Se les expulsará de Olivenza en el siglo XIX pero también ganaron territorios que hoy son de Brasil y no de Paraguay.
Prim, Unamuno y algunos portugueses como el escritor Saramago fueron iberistas, algo cada vez más extraño en ambos territorios y cuando se dibuja el mapa de España ya nadie se acuerda ya de Portugal.
Felipe II y Felipe IV tal vez debiesen haber llevado la Corte Real a Lisboa, como decía don Cristóbal de Moura.
No parece que el iberismo surja sino todo lo contrario pero no importa, España sigue su glorioso camino en solitario.
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